El llamado molino de viento holandés junto al dique del Weser en Tündern se construyó en 1883. Al principio, las cuatro panaderías del pueblo obtenían su harina directamente del molino. Hasta 1960 se siguió moliendo grano allí para pienso. Aunque al principio funcionaba con la fuerza del viento, ya en 1921 se instaló un motor en un edificio anexo, una medida temprana para independizarse del viento y el clima.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el molino comenzó a deteriorarse. Solo con la fundación de la asociación local de historia "Tundirum" en 1974 comenzó una nueva era. Gracias a numerosas donaciones, el molino pudo reabrirse en 1979 con un nuevo tejado y un revoque renovado. Pero un año después, la noche del 19 de julio de 1980, cayó un rayo. El molino se quemó casi por completo: se destruyeron el tejado, la rosa de los vientos, la caperuza y el mecanismo de molienda. Gracias al enorme compromiso y a muchas manos voluntarias, la reconstrucción se completó ya en 1981. Desde entonces es considerado un símbolo de Tündern y un punto de referencia popular en la Ruta Ciclista del Weser.
Pero hoy el paso del tiempo también deja huella en el molino: - Las aspas de madera están podridas - El revoque está desgastado - La mampostería está dañada Por eso es urgentemente necesario una restauración completa para conservar este patrimonio cultural y volver a ponerlo a disposición del público.
El molino de Tündern se encuentra no solo en la Ruta Ciclista del Weser, sino también en la famosa Ruta Alemana de los Cuentos de Hadas. ¿Te has fijado en la frecuencia con la que aparecen los molinos en los cuentos antiguos? Ya sea en los cuentos de los hermanos Grimm como "El gato con botas" o "El duende saltarín", o en leyendas como "Krabat", el oficio de molinero siempre ha tenido su lugar. Antiguamente, los molinos se consideraban figuras misteriosas y solían estar aislados, fuera del control social. Muchos creían que los bandidos se escondían allí, y de hecho la profesión de molinero estuvo durante mucho tiempo poco valorada socialmente. Solo en el siglo XIX cambió esa imagen: los molinos se convirtieron en símbolo de la seguridad alimentaria y de la innovación técnica. Nuestro molino de Tündern es también un pedazo de cultura que merece la pena conservar.